
Sin artificios, sólo acompañados por la música en directo y el juego de las luces, Totó y Nata embarcaron al público en una historia con un profundo trasfondo, en la que aparecían y desaparecían diferentes personajes, y donde la atención y la imaginación de los espectadores para ir construyendo la historia se convertía en un elemento más de la narración.